lunes, 3 de marzo de 2008

Enigma 56, 57, etc...

Cómo ya sabéis muchos no le doy caña al blog porque de momento sigo sin disponer de Internet en casa, después de un mes peleando con la gente de OTE (la Telefónica de aquí) por fin hoy me han puesto la línea de teléfono, supongo que para dentro de una semana por fin tendré Internet en mi casa... pero eso es un enigma aquí.

Ahora mismo le estoy "robando" Internet a un incauto vecino que no ha protegido su red, pero me va fatal, por lo que no puedo subir fotos y etcétera, pero lo que si puedo es leer ciertos textos como este que han publicado hoy en Kriptópolis por casualidad.

El título Enigma 56:

"Por Román Ceano

La atención mundial seguía centrada en el Mediterráno Oriental, donde, tras la conquista de Grecia, los alemanes preparaban el siguiente movimiento. Esta vez los ingleses sabían cuándo y dónde iba a ser el siguiente ataque. Tras el buen uso que se había dado a los mensajes descifrados de las redes Roja y Azul Claro -ambos usados por la aviación alemana- durante la retirada en Grecia, ahora se esperaba hacerlo aún mejor. El Cobertizo 3 había seguido cuidadosamente la preparación de la operación Mercurio, que sería lanzada el 20 de Mayo. El objetivo era la gran isla de Creta, que yace al sur del Peloponeso.

Churchill había escogido personalmente al comandante que dirigiría la defensa, utilizando tropas que habían llegado durante la evacuación de la península griega. Se trataba del general Bernard Freyberg, un neozelandés veterano de Gallipoli que había ganado una cruz Victoria en Flandes. Tras la Gran Guerra, convertido en un héroe popular, había socializado con Churchil, a quien gustaba oirle narrar sus hazañas temerarias. Una vez incluso le hizo desnudarse en público para que mostrara sus 27 cicatrices...

El 11 de Mayo, el comandante de brigada Doran-Smith viajó a Creta para presentar el informe completo de la invasión prevista, muchos de cuyos detalles ya se le habían ido enviando a Freyberg a medida que eran compilados. Doran-Smith se llevó una impresión muy mala de Freyberg, al que confidencialmente definió como "un gran oso muy valiente pero con un cerebro muy pequeño".

Los alemanes estaban preparando una invasión que utilizaría únicamente paracaidistas como fuerza de ataque. Eran los mismos paracaidistas que habían brillado en Holanda y que después habían ganado fama mundial tomando el famoso fuerte belga inexpugnable, un año antes.

La suspensión de la invasión de Inglaterra había privado al general Student, su creador y comandante, de una gloria que había visto muy cercana. Quizás sus hombres podrían haber colgado una esvástica del Big Ben o capturado a la familia real británica. Cuando al plantear la invasión de Creta, el Estado Mayor se enfrentó a la dificultad de no tener barcos de asalto para un desembarco, Student vio la oportunidad de escribir una página imperecedera en la historia del arte militar: sería la primera vez, que una fuerza enteramente aerotransportada conquistaría un territorio.

Se daba el caso que algunos meses antes un oficial inglés había estudiado cuidadosamente la geografía de la isla desde el punto de vista militar, y había detallado los cuatro puntos ideales para un lanzamiento de paracaidistas. Tal como los mensajes de Enigma mostraban, los alemanes habían llegado a las mismas conclusiones, eligiendo los mismos cuatro puntos.

El mismo oficial había elaborado un plan de acción para contrarrestar la invasión desde el aire, por lo que los ingleses tenían todo el trabajo de planificación completo antes de empezar. El hecho de que la aviación alemana hubiera borrado literalmente de escena a la inglesa y por tanto los alemanes tuvieran el dominio completo del aire, dificultaba algo las cosas, pero esta vez Churchill veía una buena oportunidad de poner fin a la invencibilidad alemana.

La mayoría de la guarnición era australiana o neozenlandesa. Considerados entre las mejores tropas del ejército imperial, no tenían el pedigree de las unidades de élite escocesas de tradición centenaria. Carecían también de la disciplina y respeto al mando característicos de éstas, pero tanto en la Gran Guerra como en la reciente campaña de Grecia, habían demostrado su ferocidad y determinación. Churchill pensaba que sin tanques, en una confrontación hombre contra hombre y comandados por un héroe indomable, prevalecerían.

El problema fue que la legendaria tenacidad del comandante estaba basada en una estructura mental que con la misma naturalidad podía producir una desesperante contumacia. En efecto, los primeros mensajes con información enemiga sobre la invasión que se le habían enviado a Freyberg en Abril, decían que el ataque sería simultáneo desde el mar y desde el aire, porque los analistas del cobertizo 3 se habían equivocado al interpretar los retazos de información de que disponían.

Al aumentar el número y la calidad de los desciframientos quedó meridianamente claro que sería un ataque puramente aéreo. Pero por alguna razón Freyberg decidió que esos nuevos informes eran los que estaban errados y que la primera sensación había sido la buena.

Incluso después de que se le revelara de forma confidencial la naturaleza de la fuente y se le mostrara el plan alemán completo, Freyberg seguía creyendo que la mitad de las fuerzas llegarían por mar. Por ello, ante la desesperación del mando en Alejandría, se preparó para un ataque doble, desplegando tropas en las zonas de posible desembarco y desguarneciendo los tres aeropuertos revelados como objetivos por la fuente Ultra.

Tal y como estaba previsto, el Martes 20 de Mayo los alemanes lanzaron su ataque. Tras el bombardeo rutinario de cada mañana los alemanes saltaron en masa junto a los aeródromos de Maleme, Rezimo y Heraclion. En Rezimo y Heraclion fueron exterminados. Primero eran ametrallados mientras colgaban indefensos (ya que las armas se lanzaban en cajas aparte) y al caer al suelo, eran hostigados ferozmente tanto por los australianos como por los civiles cretenses, que no hacían prisioneros. Los escasos supervivientes de los lanzamientos quedaron dispersos por las colinas sin representar ningún peligro.

En Maleme lograron lanzar suficientes hombres como para que a pesar del nutrido fuego desde el suelo, un número mayor de supervivientes llegaran a tierra. Impresionados por la masacre que habían contemplado a su alrededor, los que estaban vivos y podían moverse se reunieron en unidades terriblemente diezmadas pero operativas, que consiguieron algunas cajas de armas. Se hicieron fuertes en el cauce de un río seco junto a la pista de aterrizaje. Al otro lado de ésta, en una pequeña colina, estaban atrincheradas dos compañías neozelandesas que también estaban en estado de choque después de haber matado a cientos de hombres indefensos que colgaban de sus paracaídas.

Durante el resto del día estas dos fuerzas combatieron por la posesión de la pista sin que ningún bando pudiera sobrevivir mucho tiempo al descubierto, por lo que al llegar la noche seguía siendo tierra de nadie. Los neozelandeses se llevaron la peor parte, ya que la aviación alemana sostuvo a los paracaidistas ametrallando y bombardeando la colina de forma continua. Los alemanes esperaban un contraataque demoledor durante la noche, que seguramente los desalojaría de su precario refugio.

No hubo contraataque porque Freyberg seguía aferrado a su idea del desembarco. En nuevos mensajes de Engima, que esta vez se le enviaron traducidos textualmente, se aludía al abastecimiento de los paracaidistas por mar una vez se hubieran tomado los puertos.

Para incredulidad de todo el mundo, Freyberg los malinterpretó una vez más con una tozudez increíble. Desgraciadamente, los oficiales que estaban a su alrededor y que quizás podrían haberlo convencido (o desobedecido) no sabían nada de Enigma y confiaron en su criterio.

Mientras miles de soldados vigilaban las playas preparándose para un asalto que nunca se produciría, en Maleme los alemanes dormitaban rendidos por el cansancio del día infernal que habían vivido. No sólo no hubo un enérgico contraataque, sino que Freyberg ni siquiera pensó en reforzar la colina. Había planteado una batalla estática de resistencia y no pensaba hacer ninguna frivolidad táctica.

Escasos de radios y medios de comuniación, los que estaban en Maleme no sabían que ellos eran los únicos que estaban bajo presión. Las compañías neozelandesas, brutalmente diezmadas por los ametrallamientos que habían sufrido durante el día, permanecieron incomunicadas durante la noche.

Algunos avances alemanes por un flanco les dieron la sensación de estar siendo rodeados. Tras varios malentendidos y descoordinaciones se fueron retirando en la oscuridad, pensando que sería más fácil recuperar la colina cuando llegaran refuerzos que mantenerla contra fuerzas que creían abrumadoras y bajo el fuego de la aviación alemana que se reanudaría al amanecer.

Efectivamente, al amanecer volvió la aviación alemana junto a una nueva oleada de paracaidistas. El nuevo refuerzo, y sobre todo el apoyo aéreo, desalojaron a los últimos neozelandeses de la colina. Mientras los paracaidistas neutralizaban los morteros ingleses, que aún disparaban sobre la pista desde colinas cercanas, un puente aéreo de Junkers (inspirado en el que había permitido al Ejército de África cruzar el Estrecho en 1936 en la batalla clave de la Guerra Civil española) trasladó desde Grecia durante todo el día una división entera de tropas de montaña.

Otro lanzamiento en una zona alejada permitió abrir un segundo frente, y al amanecer del jueves 22 los comandantes ingleses, desbordados y en creciente inferioridad númerica, estaban a la defensiva. Freyberg, el especialista en situaciones deseperadas, se había creado una él mismo cuando lo tenía todo a favor para infligir una gran derrota a los alemanes.

La contemplación del triste espectáculo coincidió para Churchill con una semana de bombardeos terroríficos sobre Londres. Los bombarderos alemanes, aunque mucho menos numerosos que el verano anterior, actuaban concentrados y cada noche demolían un barrio entero.

Continuará..."

Actualización:

Se trata de una serie de relatos sobre la máquina Enigma, publicados en kriptópolis. El número. por el que iba cuando lo pille... el 56, ahora van bastante más avanzados:

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Por Román Ceano

El martes, el parlamento se tuvo que reunir lejos de su sede porque ésta había sido muy dañada, aunque por suerte la torre del Big Ben seguía en pie. Durante la sesión, Churchill pronunció la arenga que solía pronunciar durante sus visitas a las ruinas humeantes: "La tormenta ruge sobre nosotros pero no nos puede destruir".

En privado sin embargo se mostraba mucho más preocupado. Tras salir de la reunión del parlamento en aquel lugar improvisado le dijo a su chófer con tristeza : "¿Se da cuenta?... quizás nunca vuelva a hablar en la Cámara de los Comunes". Después se sumió en un estado de profunda melancolía que conmovió tanto al hombre que pensó en decir algunas palabras, aunque no encontró cuáles...

Churchill pasó la mañana del viernes en el Almirantazgo enviando mensajes a Cunningham para que no se retirara de las aguas cretenses, a pesar que la aviación alemana había hundido cuatro cruceros en tres días. Sin protección aérea, los stukas eran mortales ya que sólo estaban al alcance de las armas antiaéreas del barco el tiempo que duraba el final del picado y luego se alejaban raseando a toda velocidad. No les hacía falta ganar altura porque no había ni un avión enemigo que pudiera acorralarlos contra el agua. Y su puntería era mortal incluso con el barco en movimiento.

Desde la sala de comunicaciones del Almirantazgo, Churchill envió un mensaje cifrado a Roosevelt que constaba de tres partes. En la primera le pedía que la marina americana vigilara la zona del Atlántico que estaba demasiado lejos para los barcos ingleses ya que estos carecían de autonomía para adentrarse mucho hacia el oeste. En la segunda le contaba las tristes nuevas de Creta, aunque disimuló la estupidez de Freyberg aprovechando que los americanos no sabían que Enigma estaba siendo descifrada. Y en la tercera parte le explicaba un nuevo problema que había aparecido en el horizonte y que Churchill pensaba utilizar como una oportunidad.

En efecto, el Almirantazgo sospechaba que el acorazado pesado Bismarck, botado sólo unas semanas atrás, podía estar a punto de salir al Atlántico para atacar a los convoyes de mercantes. Esto era un gran peligro, puesto que el Bismarck era un navío enorme con cañones gigantescos, capaz de hundir cualquiera de los barcos de las escoltas sin sufrir daño alguno. Con el Bismarck en pista, los convoyes estaban tan indefensos como si navegaran solos. Los acorazados ingleses no tenían apenas autonomía y por tanto debían quedarse en puerto. Sólo se podían hacer a la mar para dirigirse a un lugar concreto, ya que vagando al azar se quedaban sin combustible en cuatro o cinco días.

Churchill terminaba su mensaje con una petición directa: "Ustedes encuentren el barco y nosotros lo hundiremos". Su sueño era que los barcos estadounidenses tuvieran un incidente con los alemanes que les obligara a entrar en guerra. Buscar al Bismarck podía crear muchas oportunidades de un tal incidente.

Después de comer, su caravana de coches se dirigió a recoger a Averell Harriman, enviado especial del presidente de los EEUU que estaba efectuando una larga visita en Londres. Roosevelt había decidido que debía ayudar a Inglaterra de todas las maneras posibles menos declarando la guerra, ya que la opinión pública no quería embarcarse en tal aventura. Harriman estaba allí a la cabeza de una amplia delegación de marinos estadounidenses a los que se había dado incluso una sala en el edificio del Almirantazgo para que pudieran seguir los acontecimientos minuto a minuto. El objetivo era establecer una cooperación operativa plena de manera que las dos Marinas actuasen al unísono, cada una en su papel.

Churchill había invitado a Harriman a pasar el fin de semana en la residencia campestre de los primeros ministros ingleses en Chatwell, para insistirle aún más con su plan de "Ustedes vigilan y nosotros actuamos".

Durante la cena se habló de Creta pero Churchill llevaba todo el tiempo la conversación al tema del Bismarck. Los ingleses tenían informes exahustivos y detallados sobre sus prestaciones, obtenidos de oficiales suecos que habían sido invitados a visitarlo por los alemanes en un ejercicio de absurdo exhibicionismo.

Averell Harriman quedó completamente convencido de la potencia terrible de aquel Leviatán, aunque sólo fuera para no volver a oir toda la conferencia otra vez. Se mostró de acuerdo en que era un peligro común a los dos países pero insistió cautamente en que los EEUU no cometerían ningún acto de guerra contra Alemania "aunque estarían tan cerca de hacerlo como fuera necesario para proteger el tráfico en el Atlántico".

Después de la cena y mientras tomaban brandy fumando grandes cigarros, llegó la noticia de que el Bismarck había sido avistado por el crucero Norfolk en el estrecho entre Islandia y Groenlandia. El acorazado alemán había surgido de la niebla navegando a toda máquina en dirección sur, en compañía del crucero pesado Prinz Eugen. Había abierto fuego con sus gigantescos cañones, y había seguido su marcha sin desviarse.

Al cabo de una hora, un poco más al sur había ahuyentado con el mismo procedimiento al segundo crucero que patrullaba el estrecho, el Suffolk, que imprudentemente se había acercado a corroborar el avistamiento. La poca visibilidad había salvado a los dos barcos ingleses, pero lo importante era que se habían confirmado brillantemente las sospechas inglesas.

Ahora el Hood, el crucero de batalla más poderoso de la flota inglesa y el Prince of Wales, el más moderno, se dirigían hacia los barcos alemanes para interceptarlos. Churchill estaba muy excitado e insistía en que no se acostaran sin saber el desenlace. La conversación siguió hasta que a las tres de la mañana se retiraron agotados a dormir sin que hubieran llegado más noticias.

Poco antes de las nueve, Harriman fue despertado por unos porrazos en su puerta. Cuando abrió, entró Churchill muy agitado y vestido con un jersey amarillo que apenas cubría el camisón de dormir. "Se está desarrollando una gran batalla. El Hood ha sido hundido pero el Prince of Wales sigue combatiendo" dijo antes de salir corriendo otra vez hacia el télex. Durante el desayuno informó a Harriman del desenlace provisional: "El Prince of Wales se ha retirado de la lucha y ahora persigue a los alemanes junto a los dos cruceros que lo avistaron ayer. Toda nuestra flota de acorazados se dirige hacia el Bismarck y el Prinz Eugen para interceptarlos.".

No le dijo que el capitán del Prince of Wales había sido obligado bajo órdenes suyas a detallar todos los desperfectos de su barco -el puente de mando destruido, la mayoría de oficiales muertos, impactos de gran calibre por todo el buque, varias vías de agua, un solo cañón (de los diez que montaba) todavía operativo, etc...- antes de ser perdonado por haberse retirado del combate sin haber sido hundido. Churchill estaba muy disgustado por la contundente derrota y rogó a Harriman con todo el énfasis posible que solicitara al presidente Roosevelt toda la ayuda posible ante aquella terrible amenaza.

Durante el día fueron llegando reportes indicando que los alemanes seguían rumbo sur a toda máquina seguidos desde el horizonte por sus tres perseguidores. Cuando bajaba la visibilidad se acercaban para seguirlo con el radar y si aclaraba volvían a alejarse.

La fuerza H -un portaviones, dos acorazados y una escolta de cruceros, con base en Gibraltar- navegaba hacia el norte para sumarse a la flota principal (otros dos acorazados, un portaviones y muchos barcos menores) que trataba de interponerse en la trayectoria de los alemanes.

Después de la cena llegaron noticias de que aviones con base en el portaviones de la flota principal habían avistado al Bismarck y le habían lanzado torpedos que no le habían causado daño alguno a pesar de haberle acertado de pleno. Se trataba de aviones anticuados, con aspecto de biplanos de la Gran Guerra. Volaban muy lentamente y era muy díficil lanzar los torpedos desde ellos. Si los acorazados ingleses eran lentos y anticuados, la fuerza aeronaval era aún peor.

El domingo por la mañana se enteraron que los tres perseguidores habían perdido el rastro durante la noche. Esto llenó a Churchill de consternación, pero también le permitió insistir a Harriman que debían ayudarle a encontrarlo. Churchill tenía la corazonada de que el Bismarck había vuelto hacia el norte y así se lo hizo saber al Almirantazgo.

Churchill gustaba de dirigir directamente las operaciones de la Marina y para ello tenía en los puestos más altos a personas obedientes. Estos se sumaron entusiásticamente a la opinión y apenas nadie osó discutirla. Rápidamente se cursaron órdenes a la flota principal para que persiguiera al Bismarck hacia el norte.

Mientras tanto, en Bletchley Park, Hinsely estaba llegando a la conclusión contraria. Había estado estudiando el tráfico de mensajes de Enigma que el Cobertizo 8 intentaba descifrar sin éxito, así como todo el tráfico de mensajes de todas las redes navales alemanas. Había observado que después de cada mensaje del Bismarck se desataban diálogos entre el centro del control alemán en París y los buques que navegaban en la zona del Atlántico frente a la costa francesa. Por la tarde, tras un nuevo mensaje del Bismark con el mismo efecto que los anteriores, decidió que era hora de hacer algo.

Hinsley levantó el telefono directo y llamó al Almirantazgo. La contestó una voz aburrida que se interesó vagamente por lo que decía. Hinsely estaba esperando eso y esta vez iba a imponerse como fuera. Empezó a gritar de la forma más maleducada que "él sabía donde estaba el Bismarck y hacia dónde iba" y que era importante que esa persona se lo comunicara a sus superiores de forma inmediata. Finalmente consiguió que le pasaran a un oficial que le conocía personalmente.

Tras varias horas de conversaciones, la opinión de Hinsley prevaleció y se dio orden de efectuar reconocimientos aéreos hacia el sur. Aunque no se dio orden de dar la vuelta a la flota principal que seguía navegando hacia el norte, su comandante decidió efectuar el cambio de rumbo por su cuenta al escuchar mensajes enviados a otros barcos. Ya era casi de noche así que hasta el día siguiente no se sabría si Hinsley había acertado.

A las diez de la mañana del lunes, un hidroavión americano -aunque con una tripulación mixta- localizó al Bismarck navegando a toda máquina con destino a Brest, miles de millas al sur de donde Churchill y sus almirantes habían dicho que debía estar. Se cursaron órdenes para que a partir de ese momento las intuiciones de Hinsley fueran consideradas con la maxima atención.

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Enigma 58

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Por Román Ceano

A la herrumbrosa Marina inglesa no le resultó fácil hundir al Bismarck. Fue necesario todo el lunes para conseguir que los aviones con base en el portaviones que llegaba desde Gibraltar le lanzaran sus torpedos. La poca visibilidad y lo precario del control de vuelo hicieron que estuvieran a punto de hundir un barco propio. Finalmente, al anochecer lograron lanzarle algunos torpedos.

Al principio pareció que no le habían causado ningún daño, pero un piloto especialmente tozudo logró determinar por entre las nubes bajas que ahora el Bismarck navegaba en círculos. El almirante Tovy, comandante de la flota principal, estaba a punto de volver a puerto porque apenas sí le quedaba combustible. Varios barcos de la flota ya habían regresado por esa causa. Al oir la noticia, puso rumbo hacia el acorazado alemán y cuando llegó a la zona se dispuso a esperar el amanecer...

Durante la noche una flota de cruceros ingleses intentó varias veces aproximarse para lanzarle torpedos, pero el fuego certero del Bismarck los alejó. El acorazado navegaba dando bandazos en dirección contraria al viento, porque ése era el único rumbo que le permitían sus timones averiados. Sin poder controlar el barco, los alemanes no tenían forma de enfrentar a los ingleses y sabían que era cuestión de tiempo que los hundieran. Probablemente prefirieron pasar la noche escaramuceando con los cruceros que pensando en el futuro.

A las ocho de la mañana del martes, el Norfolk, el mismo barco que seguía al Bismarck desde el viernes por la tarde y que durante la noche lo había acechado a distancia de radar, le dio a Tovey el rumbo y posición de su adversario. Tovey trazó el plan de batalla y se lo explicó con toda solemnidad a los oficiales. Se acercarían por proa para cruzarse con el acorazado alemán y tras intercambiar andanadas con él virarían para pasarle la T por la popa.

Con la desesperante lentitud de las batallas navales, el Rodney y el King George V -en el que viajaba el almirante- navegaron hacia el Bismarck y abrieron fuego cuando lo tuvieron al alcance. El Bismarck no podía esquivar los disparos, pero estuvo a punto de alcanzarlos varias veces. Tras la maniobra por popa, lograron destruir el puente de mando de dirección de tiro y después acallar sus cañones uno por uno mientras se ponían otra vez a su altura.

En ese momento todos los barcos menores que estaban en la zona -entre ellos el Norfolk- se acercaron a toda máquina y empezaron a descargar andanadas a bocajarro. Tras varias horas de bombardear el casco destrozado, que seguía a flote moviéndose de forma cada vez más lenta, y sin que la tripulación del Bismark diera señales de rendirse, el almirante Tovey, ordenó que fuera torpedeado por un crucero. Cesó el fuego y el crucero Dorsetshire realizó el apuntillado de forma precisa y con un solo torpedo. Finalmente empezó a hundirse y la tripulación saltó a los botes o directamente por la borda.

El mismo Dorsetshire, salvó del mar a 110 tripulantes mientras el resto de barcos ingleses se alejaban rápidamente por temor a la llegada de los aviones desde Francia. Más de 2.000 hombres hombres murieron durante el cañoneo, en el hundimiento o abandonados en el agua.

En el Almirantazgo y en toda Inglaterra la noticia fue recibida con alborozo. Harriman y el presidente Roosevelt también se sintieron liberados por no tener que perseguirlo, con el riesgo de incidentes que eso significaba. En Bletchley Park todo el mundo felicitó a Hisnley. Mavis Lever tuvo un sentimiento contradictorio, ya que se sentía culpable por estar contenta de que hubiera muerto tanta gente.

Algunos testigos que las fuentes consideran dudosos, afirman que la tarde del domingo se descifró un mensaje de la red Roja que era la respuesta a un comandante destacado en Grecia que se había interesado por un pariente embarcado en el Bismarck. Según estos testimonios (sospechosos porque no se ponen de acuerdo ni en el parentesco ni en el grado del oficial) la respuesta decía que el Bismarck se dirigía a la Bretaña francesa. Todas las fuentes están de acuerdo en que si ese mensaje existió llegó demasiado tarde como para servir de algo, ya que cuando supuestamente fue descifrado todo el mundo estaba ya convencido de que Hinsley tenía razón.

El mismo martes en que el Bismarck fue hundido, Churchill envió autorización a Freyberg para que iniciase la evacuación de Creta. Éste la había pedido el día anterior pero Churchill había tardado 24 horas en aceptar la nueva derrota.

El heroísmo mostrado por la guarnición inglesa durante el fatídico fin de semana que habían pasado haciendo frente a tropas de élite bajo la insoportable presión del apoyo a tierra alemán (una mezcla fatal de ametrallamientos rasantes, bombardeo de precisión y bombardeo pesado de alfombra) fue exaltado, mientras la monumental estupidez de Freyberg fue piadosamente olvidada.

Puestos a sacar algo positivo, en Bletchley Park se congratularon al descifrar un mensaje alemán en el que se decía que el comportamiento de los ingleses mostraba claramente que para ellos Enigma era indescifrable. Las sospechas suscitadas por los extrañamente prescientes movimientos ingleses durante la retirada en el Peloponeso, quedaron disipadas por el momento.

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Enigma 59

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Por Román Ceano

Tras un año y medio de guerra, con todo el país movilizado y lleno de instalaciones militares provisionales, los habitantes de Bletchley ya no se sorprendían por el ir y venir alrededor de la mansión. Quizás los más versados en uniformes se sorprendían ante la variedad de unidades a la que pertenecían los oficiales, ya que aunque predominaba la Marina no era raro ver personal de cualquier arma.

Las excentricidades de los civiles seguían suscitando comentarios, aunque todo el mundo consideraba lógico que esos individuos hubieran sido seleccionados para el trabajo que estuvieran haciendo ya que la mayoría habrían resultado inútiles para el servicio activo por su carácter excéntrico y lunático. Las personas que tenían personal de Bletchley alojado se hacían lenguas de las locuras que contemplaban.

Una señora llamó a los bomberos porque su inquilino llevaba toda la tarde en la bañera y no contestaba a los fuertes golpes en la puerta. Cuando la derribaron, resultó que estaba en una especie de estado catatónico del que despertó de pronto como si llegara de otro planeta. Cambios de humor incomprensibles, conversaciones erráticas, equivocaciones con el nombre de la casera y noches en blanco o hablando en sueños, puntuaban una colección de anécdotas que corrían de boca en boca.

La llegada de la primavera produjo una anécdota más, la prueba definitiva de que la mansión era una especie de manicomio para aquellos a quienes era más prudente no entregar un arma porque no se podía saber si dispararían al enemigo o a sus compañeros...

Turing era alérgico al polen primaveral y para protegerse decidió que en los paseos en bicicleta utilizaría la máscara de gas reglamentaria, como si fuera un soldado de la Gran Guerra durante un ataque con gas mostaza. Si eso no fuera causa suficiente de asombro, su aproximación era señalada por un concierto de chirridos y chasquidos metálicos mientras pedaleaba adelante y atrás.

La explicación era que su bicicleta estaba estropeada y perdía la cadena. Turing había descubierto que si contaba las pedaladas y hacía un cierto número de las mismas hacia adelante seguidas de otro cierto número hacia atrás la cadena se mantenía en su lugar.

Tal como tenía por costumbre desde sus tiempos de universidad cuando corría por los campos alrededor de Cambridge, utilizaba estos paseos para pensar intensamente, por lo que apenas veía a la gente con la que se cruzaba. Le veían pasar con la máscara puesta, los engranajes repiqueteando al ritmo de su algoritmo secreto y la postura solemnemente erguida de una esfinge en bicicleta.

Invisibles para el pasante, en el interior de su cráneo se desarrollaban algunas batallas decisivas contra la Enigma naval, que a esas alturas estaba muy malherida aunque no vencida del todo. Turing y Twin habían resuelto muchos problemas concretos del descifrado de la Enigma naval desarrollando varias técnicas imaginativas que les permitían desciframientos los días afortunados, pero no habían logrado construir un método que permitiera disponer de los mensajes de forma sistemática durante el corto tiempo en que podían ser útiles antes de volverse obsoletos.

Si conseguían las claves podían deducir los dígrafos y al revés. Su conocimiento de las absurdas rutinas alemanas -que cambiaban cada día sólo parte de los elementos que configuraban la clave- adquirido laboriosamente en base a conjeturas confirmadas, les ayudaba a veces a tener dos o tres días exitosos, hasta que se perdía otra vez el rastro en un cambio de panel o al caducar unas tablas de dígrafos.

Este suplicio de Tántalo, al que sometían involuntariamente a Travis, hizo que éste se interesara mucho en su trabajo y procurara ayudarles. Aunque Turing no se molestaba en exigir más personal, la plantilla del Cobertizo 8 se fue reforzando con nuevos reclutas durante todo el invierno y el principio de la primavera. También se instaló un télex para que llegaran los textos de los mensajes directamente desde Scarabough, donde estaba la estación de intercepción de la Marina.

Un problema crónico y que desesperaba a Travis era la pésima relación personal que Turing y Twin tenían con Birch y Hinsley. Estos últimos eran los encargados de proveer palabras probables y en general de dar contexto a los mensajes, tanto para ayudar a descifrarlos como para transmitirlos al Almirantazgo. Los cuatro eran conocidos y admirados por su excelencia pero cuando trabajaban juntos lo único que hacían era pelearse.

Por suerte para todos, Travis destinó al Cobertizo 8 a Hugh Alexander, el campeón inglés que había abandonado la Olimpiada del Ajedrez en Argentina al empezar la guerra. Aunque era famoso por su habilidad sobre el tablero se había ganado la vida -como muchos matemáticos- trabajando en el departamento de cálculo de un banco de la City de Londres. Travis confiaba que esta experiencia le ayudaría a poner un poco de orden en el Cobertizo 8 y que su personalidad afable le ayudaría a reducir el foso entre el Cobertizo 4 y el cobertizo 8.

Alexander, como cualquier matemático de su tiempo, había seguido los hallazgos de Turing antes de la guerra. Lo tenía en una gran consideración aunque también le constaban sus excentricidades, que pudo comprobar cuando vio que mantenía la jarra del té atada con una cadena a la mesa. Cuando Turing le fue contando todo lo que habían hecho, Alexander no salía su asombro.

No sólo disponían de una batería enorme de trucos ad-hoc basados en las rutinas alemanas, sino que además habían desarrollado una sofisticada ténica estadística para utilizarla contra la Enigma Naval. En el típico estilo de Turing, en lugar de buscar bibliografía había empezado desde cero.

Los trabajos de Turing reseguían una nueva rama de la probabilística, fundada por Thomas Bayes en el siglo XVIII y que era aún poco conocida excepto entre los especialistas. Se denomina estadística bayesiana y suele definirse como una probabilidad inversa.

El típico problema de probabilidad consiste en contestar preguntas del tenor siguiente: "Si tengo un saco con 2 bolas blancas y 1 negra, y otro con 1 blanca y 2 negras, ¿cuál es la probabilidad que saque una bola blanca en cada caso?".

La estadística bayesiana por el contrario se hace preguntas del tipo "si tengo los dos mismos sacos pero no sé cuál es cuál y saco una bola blanca ¿cuál es la probabilidad de que esté ante el que tiene dos blancas?". La intuición nos dice que "es razonable" que así sea, pero la estadística bayesiana nos permite cuantificar esa "razonabilidad". En este sentido se dice que va "de los efectos hacia las causas", intentando inferir la probabilidad de las segundas a partir del estudio de los primeros.

Turing había comprendido que ésa era la naturaleza del problema al que se enfrentaba a diario, ya que tenía una determinada ristra de caracteres que eran producto de una clave (digrafos, orden de las ruedas, posicion inicial y anillos) y de un mensaje en particular. Algunas partes de la clave las conocía con más certeza que otras por lo que continuamente se veía obligado a decidir entre varias opciones de claves que eran compatibles todas ellas aunque con diferentes grados de probabilidad. Una persona experimentada podía decir cuál de las opciones era "la más razonable" basándose en la intuición. De manera análoga, el álgebra de Turing podía hacer afirmaciones en el mismo sentido pero basadas en cantidades númericas objetivas.

El sistema de Turing era establecer una metodología que permitiera escoger entre las diferentes opciones, clasificarlas por orden de probabilidad y a continuación hacer pruebas destinadas a incrementar o disminuir la puntuación de cada una de ellas y luego testear la más probable en la Bomba. Para poder sumar los efectos de varios experimentos utilizó logaritmos, que como es sabido convierten las multiplicaciones en sumas.

Definió una unidad llamada "ban" (por motivos que se explicaran más adelante) que caracterizaba un aumento en la certeza correspondiente a la base del logaritmo. Por ejemplo, trabajando en base diez un experimento que suma un ban es un experimento que multiplica por diez la certeza. Estas unidades podían dividirse en decibanes, centibanes y operarse de manera convencional. Aunque a veces trabajaba con banes medidos en logaritmos de base diez, prefería trabajar con banes "naturales" de base e que son más fáciles de operar.

Esta metodología le permitía cuantificar por adelantado el valor de los experimentos (tanto si eran costosas horas de Bomba probando cada hipótesis como si eran aplicación de otras técnicas) para realizar los más productivos en banes. De forma genial estableció que era mucho más razonable fijarse un objetivo en banes (o decibanes) y persistir con el experimento hasta que se alcanzara, que fijar la longitud del experimento y luego comprobar qué cantidad de banes había producido. Este procedimiento se llamaría "análisis secuencial" cuando en las universidades se formulara rigurosamente y llegara a ser un procedimiento estándar.

Cuando Turing le explicó sus diferencias con Birch en los términos de estas técnicas, Alexander comprendió el por qué del malestar mutuo. Si Birch ofrecía una palabra probable corta pero con una probabilidad del 90% de darse en el texto, Turing y Twin solían añadirle algunas palabras más hasta que pensaban que la probabilidad era de un 50%. Le decían a Birch que esto haría la prueba más corta y éste se desesperaba ya que no comprendía cómo probar algo más improbable podía ser mejor que probar algo probable.

Sin embargo, Turing podía determinar algebraicamente que el experimento con la palabra más larga producía más banes con menos tiempo de experimento. La diferencia era tan enorme que con las palabras probables de Birch hacían falta años de Bomba para una cierta magnitud de banes, mientras que con las de Turing y Twin se obtenían en horas. El problema era que como al final no se descifraban apenas mensajes, Birch quedaba con la idea de que todo era una excentricidad para ahorrarse trabajo por pura desidia.

Tras extensas conversaciones tanto con Turing como con Birch, Alexander escribió un largo memorandum a Travis. A pesar de lo complejo del tema, lo escribió de corrido y sin una sola tachadura. Empezó alabando a los cuatro por su esfuerzo e inteligencia y achacando los malentendidos a sus áreas de conocimiento, que eran completamente distintas. Sin embargo no dejó de lanzar una suave crítica a Turing por su falta de habilidad para explicarse con claridad cuando su interlocutor no era una especialista mundial en el tema de conversación.

En palabras simples, explicó que las palabras probables de Birch eran demasiado cortas y probarlas con todas las claves estaba fuera del alcance o incluso podía ser inútil, ya que era posible que fueran compatibles con más de una clave. Si bien con el método lingüístico tradicional para descifrar, una certeza absoluta sobre un trozo pequeño de texto es de gran valor, con el acercamiento estadístico es mejor tener grados menores de certeza pero sobre trozos más largos, ya que la posibilidad de combinar y operar estos datos los hace útiles.

Como persona con experiencia en la gestión de empresas, Alexander vio más allá del puro problema intelectual, que Turing ya había resuelto pero no había logrado convertir en proceso rutinario. Tal como había hecho Whelchman pero en una materia mucho más compleja (ya que se refería al hallazgo de la clave que en la Enigma Naval y no sólo al análisis del contenido), comprendió la necesidad de establecer una organización y un procedimiento que permitieran llevar a cabo el desciframiento. La paradoja que debía resolverse es que Turing había inventado un método sistemático, pero él mismo era tan asistemático que no lograba ponerlo en marcha.

Se necesitaba una gran cantidad de mano de obra, tanto especializada como para trabajos rutinarios, y organizarla para que trabajara de una forma sistemática. Para resolver la querella sobre las palabras probables, afirmó que la separación departamental entre la búsqueda de éstas y el trabajo criptográfico era absurda. La selección de palabras probables debía ser un proceso dinámico que se retroalimentara con las pruebas y por tanto se debía llevar a cabo de forma interna al Cobertizo 8.

Travis quedó muy satisfecho al leer el memorándum y aunque Turing era el jefe del Cobertizo 8 (o por lo menos lo había sido mientras sólo formaban parte del mismo él y dos asistentes) encargó a Alexander una remodelación completa, prometiendo tanto personal como hiciera falta.

Alexander, entusiasmado por la posibilidad que tenía delante de derrotar definitivamente a la Enigma Naval, escribió una ristra de memorándums donde quedó definido el nuevo funcionamiento del Cobertizo 8. Wylie, un matemático recién llegado, quedó al cargo de un departamento interno de palabras probables. Estudiaría sistemáticamente los mensajes descifrados para establecer qué palabras debían esperarse dependiendo de las circunstancias del mensaje (receptores, remitentes, longitud, hora del día, etc..). Wylie sería quien contactaría con Birch y Hinsley para intercambiar ideas, pero sin implicarlos en búsquedas concretas.

Owen y Amis, dos personas con habilidad administrativa que habían pasado un calvario desde su llegada porque los habían intentado convertir en criptoanalistas, quedaron a cargo de un departamento llamado Recepción y Registro que manejaba todas los intercambios exteriores. Recibía los mensajes desde las estaciones de intercepción, enviaba los mensajes a la Sala de Bombas (ya que el Cobertizo 8 aún no disponía de sus propias máquinas) y llevaba un archivo de todo. Como él mismo reconoció pocos meses después, en esto Alexander se equivocó porque el intercambio de mensajes con la Sala de Bombas tendría que haber dependido de Wylie.

Cuando al llegar las primeras Bombas exclusivamente para el Cobertizo 4, éstas por inercia quedaron bajo la responsabilidad de Owen y Amis, se produjo un montón de burocracia interna al tener que recibir y devolver los mensajes a Wylie tras cada prueba. Alexander en sus memorias se queja amargamente de su propia incapacidad para cambiar el sistema una vez establecido. Owen y Amis, como buenos burócratas, eran personas muy celosas de sus responsabilidades. Además, cuando el nuevo Cobertizo 8 alcanzó en Agosto su velocidad de crucero, triturando claves de la Enigma Naval veinticuatro horas al día y con la facilidad de quien resuelve adivinanzas infantiles, no era posible pararse ni un minuto sin armar un lío fenomenal. Miles de mensajes circulaban por el sistema de forma continua mientras la estadística inventada por Turing destilaba las claves como el alambique extrae el alcohol.

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El resto lo podréis seguir aquí: http://www.kriptopolis.org/enigma-48

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